Lo que hace un año era solo un cultivo de caña de azúcar de 25 hectáreas lista para su corte, sembrado en el corazón del municipio de Guadalajara de Buga (Valle del Cauca), hoy en día es una de las siete mega granjas solares puestas al servicio de la industria de los departamentos de Valle y Tolima, por parte de la compañía Celsia y cuya construcción corrió por cuenta de la empresa Socolco.

Con estas granjas, Celsia tendrá un total de 14 plantas operando la generación solar en Colombia, con 166, 5 MW. Lo importante de esta noticia, además de los beneficios para la economía del país, es que cuatro profesionales graduados de la Escuela Colombiana de Ingeniería, pusieron sus conocimientos al servicio de la construcción y puesta en marcha de una de ellas, la de Buga 1.

Mónica Marcela Soto Suárez, Nicolás González, David Martínez y Jorge Forero, fueron los cuatro ingenieros que trabajaron concienzuda y profesionalmente en esta granja solar con una capacidad de 9,9 MW y cuya energía beneficia a Grasas y a Solla SA.

Mónica Marcela es ingeniera mecánica y fue la líder del área de calidad. De principio a fin se aseguró de que las especificaciones reglamentarias del cliente (Celsia) se cumplieran a cabalidad, que la parte constructiva superara las expectativas de la compañía contratante.

Nicolás González, ingeniero eléctrico, tuvo a cargo parte del diseño de la granja; Juan David Martínez, ingeniero industrial, lideró la administración del proyecto, al tiempo que Jorge Forero, ingeniero mecánico, manejó en un principio la planeación y el control del proyecto.

Todos y cada uno de ellos tuvo una cuota de sacrificio, a pesar de que era el trabajo con el que siempre habían soñado. Al final, lograron su cometido. Por ejemplo, Mónica Marcela trabajó interna durante todo el desarrollo del proyecto, lo que le impidió ver a su familia por meses. Ante la ausencia de sus seres queridos, se dedicó a trabajar, hacer deporte y a leer.

Comenzamos a trabajar en forma en la construcción los primeros días de marzo del año pasado. A punta de tractor y buldócer extracción de la caña, limpieza y adecuación del terreno. Simultáneamente, construimos los drenajes para las aguas lluvias, ya que era un terreno bastante húmedo. Pronto montamos la estructura, un seguidor solar, que como su nombre lo indica, se mueve con la posición que va adoptando el sol. El montaje mecánico duro alrededor de cuatro meses y consta de más de 25.000 paneles solares”, cuenta la ingeniera.

Cuenta la ingeniera que mientras se llevaba a cabo el montaje mecánico de la estructura, se hacía también la excavación del paso de tubería eléctrica: “tendimos el cable solar o cable de transmisión, después se hicieron las conexiones de los paneles a los inversores y de los inversores al centro de transformación para terminar en la línea comercial que produce una capacidad total de 13.55 MWp y 9.9 MWac que se divide en una planta de 4 MWac y una de 5.9 MWac que entregan energía al Sistema Interconectado Nacional”, recuerda Mónica.

La ingeniera asegura que el resultado es el esperado, la experiencia de trabajar para Socolco y Celsia fue importante y que nada hubiera sido posible si no se hubiera contado con profesionales de la talla de los graduados de la Escuela, quienes fueron llamados a trabajar en el proyecto por sus conocimientos, por el tipo de ingenieros que son y por el reconocimiento de la calidad e integralidad de su alma mater.

Siempre quise estudiar en esta universidad y ahora que llevo su apellido, mi trayectoria profesional se abre paso más fácilmente”, dice la graduada.

Reconoce que su profesión ha impactado su entorno, al proyecto y, por su puesto, su vida. “La ingeniería mecánica es muy dura, es un ámbito fuerte y más si eres mujer. Yo, de por sí, he sido independiente, soñadora y decidida, pero esta profesión me ha templado el carácter; ser buena en lo que hago les ha abierto las puertas a las mujeres, a las ingenieras, a las mecánicas. Y en el terreno, los conocimientos son los que mandan. Aprendí a decir las cosas, a exponer las ideas, a analizarlas con criterio, a analizar la causa y llegar a su raíz, en otras palabras, a tener mente abierta para ver y aceptar las opciones”, asegura.

Quiere seguir con la actual empresa, tener un nuevo proyecto y que ojalá sea de energía solar, para poner su experiencia y conocimiento en la implementación del mismo, al fin y al cabo, ella es una persona a la que le gusta enseñar, aprender, hablar con la gente, untarse de su conocimiento y su experiencia.

Si volviera a estudiar, lo haría en esta universidad, y escogería, nuevamente, ingeniería mecánica; ahora hay un pensum más amplio, más profesores, más relaciones con la industria, un campus renovado”, afirma.

Lo mejor de esta ingeniera es que reconoce que definiciones como esta de la ingeniería mecánica, incluso, se están quedando cortas para el campo de acción de estos ingenieros: “Diseñar e instalar equipos mecánicos o térmicos; seleccionar sus componentes, especificar materiales, costos y duración de la ejecución. Planear y dirigir operaciones de manufactura y mantenimiento de maquinaria; evaluar y optimizar procesos de conversión de energía”.

La mecánica, su pasión

Mónica Marcela Soto Suárez estuvo ligada a la ingeniería desde antes de nacer. La familia de su padre estaba conformada por ingenieros en varias especialidades, amantes de la matemática, la lectura y el continuo raciocinio del por qué y para qué de las cosas.

Su futuro profesional no podía ser otro que la ingeniería, solo que ella se tomó un tiempo prudente para navegar las profundas aguas de las ingenierías hasta encontrar la línea de conocimiento que quería para su vida.

Si lo suyo era aprender, entender, razonar, tomar decisiones y formarse una idea exacta de la realidad de las máquinas, lo suyo era la ingeniería mecánica. Estaba resuelta la primera parte de su inquietud profesional, pero le faltaba decidirse por la universidad donde la estudiaría; eso sí que le llevó menos tiempo. Sería la reconocida Escuela.

Fue así como a principios del 2012, esta joven bogotana abrazó la ingeniería mecánica como el programa de pregrado que la convertiría en profesional, le cambiaría su vida, su realidad y la de los suyos.

Terminó su carrera en el segundo semestre del año 2017, y aunque a lo largo del programa la acompañaron nueve mujeres más, solo cuatro se graduaron como ingenieras mecánicas de la universidad, con sacrificio y mucho orgullo.

Recuerda que su paso por el campus fue tranquilo. “Esta ingeniería era nueva en la Escuela; al principio veíamos materias con los de Civil, Industrial o Eléctrica, sin embrago, en el 2015 ingresaron nuevos profesores y se ampliaron las relaciones con la industria colombiana”, recuerda la ingeniería Mónica.

Se involucró en cuanta actividad le propusieron, ya fuera de tipo administrativa o académico. Fue monitora, participó en los encuentros de mecánica y en el relacionamiento con colegios de la ciudad.

Su práctica profesional la realizó en la Universidad Federal de Itajubá, en el estado Minas Gerais, Brasil. Como la ciudad es reconocida por producir hierro, aluminio y otros minerales, así como de transformarlos en su industria siderúrgica, e incluso, de fabricar piezas para la industria aeronáutica de Brasil, la ingeniera Mónica, a quien solo le faltaba recibir su título profesional en una ceremonia de grado, se adentró en la investigación sobre cómo optimizar la dureza de la aleación de aluminio para muchas partes de los aviones. Sin duda, un semestre de aprendizaje y de evolución mental.

Al regresar al país, Mónica se graduó y se dispuso a conseguir trabajo. No pasó mucho tiempo antes de que una importante empresa proveedora de insumos para maquinaria amarilla la llamara a hacer parte de su equipo de trabajo, en el área de lubricación y filtración.

Cuando llegó la pandemia, Mónica viajó a Neiva (Huila) como jefe de mantenimiento de los equipos de otra importante compañía que le presta sus servicios a ElectroHuila y ElectroCaquetá. Entre otras tareas, tenía la de darle mantenimiento a los vehículos que sirven para los trabajos de poda y mantenimiento de línea viva de estas empresas de energía.

El contrato con Socolco, que comenzó hace un año, se convirtió en un verdadero reto para ella como profesional. Es la líder del área de calidad de la construcción de la Granja solar Buga I (Valle del Cauca) y no puede estar más orgullosa de este logro.

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