La filósofa Marina Garcés, profesora de los Estudios de Artes y Humanidades, y Andreas Kaltenbrunner, investigador líder del grupo AI and Data for Society (AID4So), han sido los encargados de dar el pistoletazo de salida al curso académico 2023-2024 de la UOC, con una conversación titulada “Repensar la inteligencia para repensarnos. La irrupción de las IA generativas nos da la oportunidad de repensarnos y entender qué nos define como especie” y moderada por Sílvia Sivera, directora del eLearning Innovation Center. La lección inaugural de curso ha contado con la rectora de la UOC, Àngels Fitó; la presidenta de la Comisión Permanente del Patronato de la FUOC, Helena Guardans, y el consejero de Investigación y Universidades de la Generalitat de Cataluña y patrón de la FUOC, Joaquim Nadal, que ha presidido el acto. La ceremonia, celebrada en el campus UOC, se ha podido seguir en directo a través de LinkedIn y YouTube.

La conversación, que se ha nutrido de diferentes planteamientos desde dos vertientes —la más filosófica, de la mano de Garcés, y la más tecnológica, guiada por Kaltenbrunner—, se ha iniciado con una reflexión alrededor del concepto de inteligencia. En este sentido, Garcés ha opinado que, para ella, “el mayor acierto de la inteligencia artificial es denominarse así, pues sitúa en el centro del desarrollo tecnológico la palabra clave de las aspiraciones humanas, que es definirse como seres inteligentes”. Para ella, el antropocentrismo —la idea de que existe una especie que es superior a las otras porque puede conocer, entender y manipular el mundo— ha construido un imaginario de lo humano que ahora proyectemos, en forma de espejo, en este nueve ente. “Si tuviera que definir la situación actual, diría que por un lado estamos en un paso más de esta lucha entre humanos por el poder en relación con la inteligencia, pero hay otro camino que pasa por el destronamiento del ser humano de este lugar que había pretendido superior sobre los otros”, ha analizado.

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Kaltenbrunner ha puesto sobre la mesa como, seguramente, el gran reto respecto al trabajo en este campo es cómo coevolucionar y cocrear con las IA. En la línea de concebir las inteligencias de forma jerárquica, el investigador se ha preguntado si realmente la IA puede ser una inteligencia superior, y cuáles serían las consecuencias de ello. En algunos ámbitos, ha explicado, “ya hemos visto que lo es”. Y ha puesto el ejemplo del ajedrez, donde los mejores jugadores del mundo “no tienen nada que hacer cuando juegan contra el algoritmo”. Por eso, ha dicho que “debemos pensar si esto supone un problema y nos produce miedo, o si simplemente trataremos la IA como una herramienta similar a la calculadora, que hace los cálculos más rápidamente que nosotros y que usamos para mejorar nuestras capacidades”.

Un debate extremadamente humano
Más allá del concepto de inteligencia, que acostumbra a llevar el peso del debate cuando nos referimos a la IA, Garcés ha querido centrarse también en la artificialidad, que nos remite a una concepción de que “nosotros los humanos somos seres naturales”, mientras que lo que generamos, nuestras obras, producciones y tecnologías son “no humanas y ajenas”. “Esto es un concepto totalmente erróneo”, ha valorado la filósofa, pero va en la línea de los miedos que tenemos alrededor de la IA y de cierta visión de que existe algo externo que se está metiendo en nuestro cerebro, nuestra mente y nuestra forma “natural” de hacer experiencia del mundo. “Esta idea de que hay una invasión de aquello que es natural en el ser humano devuelve a esencialismos peligrosos que filosóficamente y políticamente ya habíamos desmontado”, ha advertido, mientras que ha señalado como mucho más interesante y, quizás, “humana”, una forma de entender nuestra esencia como “esta capacidad de relacionarnos de forma creativa con entornos muy diversos y cambiantes, y tener alguna comprensión de ellos”. “Encontrémonos en ellos con toda la capacidad, no de ser más o menos invadidos, sino para que sea nuestro terreno de intervención, de pensamiento y de transformación del mundo”, ha instado Garcés.

Kaltenbrunner ha querido profundizar en la forma de entender la IA como una herramienta, señalando algunas de las consecuencias positivas que puede tener. Volviendo al ejemplo de los ajedrecistas, ha señalado como estos juegan mucho mejor hoy en día que cuando no existía la IA, porque ahora pueden entrenarse contra un algoritmo muy sofisticado. A su vez, ha explicado como la IA puede ayudar a solucionar algunos desequilibrios: “algunas personas tienen más facilidad por las ciencias que por las letras, y estas herramientas pueden, por ejemplo, ayudar a escribir un buen texto en inglés a alguien que no conoce bien el idioma”. Garcés ha querido apuntar que el concepto de herramienta conlleva un peligro, que es “considerar que toda herramienta es neutra”. Contraria a la idea de neutralidad, ha opinado que, tal y como se desarrolla la IA en nuestro contexto, se trata de un artefacto “altamente político” y que, por lo tanto, como sujetos políticos y de conocimiento tendremos que pensar “no tanto en cómo protegernos o cómo utilizarlo”, sino en “cómo participar”.

Ambos expertos han coincidido en que, por lo tanto, hay muchos sujetos detrás de la IA, y que el quién es fundamental al plantear cómo deseamos que sea este artefacto. “¿Queremos que sea como nosotros y que, por lo tanto, tenga nuestros mismos sesgos? O queremos que sea mejor? En este caso, ¿quién decide qué es mejor y qué características debería tener?”, se ha preguntado Kaltenbrunner. El investigador no ha querido demonizar los sesgos, que ha definido como necesarios en algunos casos, pero ha hecho patente que hay que tener “claros” los riesgos. También ha señalado como peligro el hecho de que “humanicemos” los sistemas: “Te imaginas que es un ente que tiene motivos, pero en el fondo no tiene, es un algoritmo. Debe tenerse esto en cuenta, tanto en el aspecto bueno como en el malo: no tiene valores ni metas por sí solo: alguien le ha puesto los valores y el aspecto que tiene”.

Explicar la IA para comprendernos
En el último bloque de la conversación, dedicado al conocimiento, Garcés ha resumido el sentir general que rige nuestro día a día respecto a la inteligencia artificial, que nos hace vivir “entre la urgencia que nos hace correr a adaptarnos y la paranoia que nos hace salir deprisa y corriendo”. “La pregunta que debemos plantearnos es cómo podemos salir de este momento doblemente reactivo”, ha señalado, con el convencimiento de que es en este campo donde las universidades pueden hacer grandes aportaciones, porque “son precisamente el lugar donde todo este conocimiento tiene la misión de hacerse universalmente disponible, colectivamente deseable y discutible en condiciones de igualdad”, ha concluido.

Kaltenbrunner ha destacado como, más allá de ser sujeto de estudio, la IA se utiliza cada vez más para hacer investigación, y ha puesto el ejemplo de los artículos en computer science, puesto que hace diez años solo el 10 % utilizaba la IA, ante el 25 % de los que se publican en la actualidad. “Es una herramienta que se utiliza mucho para generar nuevos conocimientos”, ha puesto en valor, apuntando que “esto tiene importantes implicaciones éticas que no podemos obviar, sobre todo porque puede hacer más difícil la reproductibilidad, que es una cuestión clave en la ciencia”.

Sobre su área de especialización, la investigación sobre IA, ha considerado que lo más importante es que se haga “una investigación interdisciplinaria”. Y, si bien ha considerado a la UOC como muy bien posicionada en este sentido, ha advertido de las dificultades de llevarlo a cabo, “porque los expertos en los algoritmos muchas veces sienten que se hace intrusismo en su área”. El objeto de la investigación, ha manifestado, tiene que ser explicar: “para mí, debe poderse entender de dónde vienen los resultados que dan los algoritmos, y que la gente sepa de qué son capaces y de qué no”. Por último, Kaltenbrunner se ha vuelto a referir a cómo definimos los diferentes conceptos alrededor de la IA para concluir que “toda esta investigación se podrá utilizar para entender algo mejor cómo somos nosotros”, porque si finalmente “llegamos a tener una inteligencia artificial que pueda ser consciente”, por ejemplo, “tendremos que repensar la definición de qué es la conciencia, y tendremos que repensar qué es la inteligencia y cómo la medimos”.

La UOC estrena nuevo mandato con tres líneas estratégicas
La bienvenida institucional del curso de la UOC, que arranca con más de 66.600 matrículas de grados y másteres universitarios, ha ido a cargo de la rectora Àngels Fitó, quien asumió el cargo el pasado mes de abril y ha expuesto las tres líneas que guían el nuevo mandato que ella comanda. En primer lugar, ha destacado la necesidad compartida por todo el sistema universitario, “que pasa por sincronizar nuestra evolución como instituciones con nuestra función social”. “El segundo reto se plantea directamente a la UOC y se resume en el hecho de garantizar su viabilidad, resolviendo nuestra naturaleza jurídica y acordando un modelo de financiación viable, justo y proporcional a la misión asumida”, ha apuntado la rectora Fitó. En último lugar, ha destacado la necesidad de contar con un liderazgo fuerte y claro, donde tengan cabida varios puntos de vista: “esta universidad imaginada solo será factible si somos capaces de desarrollar un modelo de gobernanza claro, funcional y actualizado; si apostamos por la participación de todas las voces, sensibilidades y pericias, y si perfeccionamos aquello existente a partir del diálogo, del ensayo-error, de la voluntad de mejora, de querer ser agentes activos del conocimiento”, ha concluido.

La presidenta de la Permanente del Patronato FUOC, Helena Guardans, ha presentado una videomemoria del curso 2022-2023, un curso marcado por el final del mandato del rector Josep A. Planell y el inicio del mandato de la rectora Fitó. Guardans ha destacado la constancia en la rendición de cuentas por parte de la UOC durante sus casi tres décadas de existencia: “Dejar evidencia de aquello que se ha hecho permite un funcionamiento adulto, responsable y objetivo. Rendir cuentas permite saber dónde estás, cuáles son las fortalezas y las debilidades, cuáles son las potencialidades y las limitaciones”, ha remarcado.

La última intervención la ha hecho el consejero de Investigación y Universidades de la Generalitat de Cataluña, Joaquim Nadal, que se ha referido al papel que cumple la institución: “El Gobierno quiere que la UOC sea una universidad de Cataluña, al servicio de Cataluña y al servicio de todo el universo de los estudiantes que acuden a ella. Y quiere que sea una universidad bisagra, pública por la voluntad política de quien la impulsa y con todos los componentes de privada para cumplir con su objetivo”, ha expresado.

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