La política es, sin duda, la protagonista de la agenda nacional. La polarización, los cambios del discurso, los problemas de corrupción y la falta de eficiencia del aparato estatal y la muy deficiente administración de la justicia, son parte del cuestionamiento ciudadano que además manifiesta un fuerte descontento social por la subida del costo de vida.

La mínima intromisión del Estado en los asuntos económicos es una posición bien conocida y adjudicada a los economistas clásicos, partiendo de Adam Smith. En principio parece una idea común en cuanto a que apela al adjetivo liberal. Sin embargo, las consideraciones específicas sobre los argumentos y postulados que justifican una posición de intervencionismo mínimo, no son del todo conocidas por el común de aquellos que tildan de liberales a quienes expresan esta posición. 

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En la icónica obra, el Libro I, capítulo X, de los salarios y los beneficios en los diferentes empleos del trabajo y el capital, Smith habla de las ventajas y desventajas de los diversos empleos del trabajo y el capital, en relación con las desigualdades que se generan en estas, por aspectos naturales de los factores y de las regulación o intromisiones políticas de los gobiernos en el mercado. 

Es importante considerar esta posición detenidamente, en toda la corriente de pensamiento liberal. Las argumentaciones que Smith realiza en ese capítulo, consolidan una posición bastante sólida para llegar a la conclusión de limitar la participación del Estado en la economía, ya que no se llega a ella a través de una acomodación ideológica, sino gracias a una demostración detenida de las implicaciones relativas. 

La demostración de Smith plantea que las diversas ventajas y desventajas del empleo de los factores productivos deben tender a una igualdad en los diferentes mercados donde encuentran uso, pero solo en las diferencias naturales del trabajo hay desigualdades justificadas para estas ventajas o desventajas. Particularmente, si los empleos son agradables o desagradables, si el aprenderlos es sencillo y barato o difícil y costoso, si son permanentes o temporales, si la confianza depositada en aquellos que los ejercitan es grande o pequeña y si el éxito en ellos es probable o improbable. Estas cinco circunstancias son las únicas que justifican las desigualdades en las ventajas y desventajas porque cada una está determinada por la naturaleza del trabajo: los salarios – dice Smith – varían con la sencillez o dificultad, con la limpieza o la suciedad, con lo honroso o deshonroso que sea el empleo. 

Para que la igualdad en las ventajas y desventajas se posicione y mantenga, en las diversas combinaciones de trabajo y capital, que surgen incluso cuando hay plena libertad, se deben cumplir tres condiciones: 

  1. Solo puede existir en aquellos empleos bien conocidos y durante mucho tiempo asentados en la comunidad
  2. Solo puede existir en empleos en estado ordinario o natural
  3. Solo puede existir en aquellas labores que sean ocupación única o principal de quienes a ellas se dedican

Por otro lado, las desigualdades en las ventajas y desventajas que no están justificadas son aquellas producidas por la política, ya que no dejan las cosas en perfecta libertad, lo cual da lugar a otras desigualdades no propias de la combinación de los factores. Estas desigualdades se manifiestan, por la intervención política, de tres maneras:

  1. Al restringir la competencia en algunos sectores a un número menos de personas de las que estarían dispuestas a entrar en ellos en otras circunstancias
  2. Al incrementar en otros ese número más allá de lo que sería natural
  3. Al obstruir la libre circulación del trabajo y capital, tanto de un empleo a otro como de un lugar a otro

Según Smith, estas intervenciones pueden ser previstas y, sin embargo, se realizan sin contemplar las afectaciones que generan en las diversas combinaciones de trabajo y capital. Estas demostraciones analizadas al detalle llevan, inevitablemente, a la conclusión de que el Estado debe limitarse para permitir el desarrollo correcto de las economías

Escrito por Michael Smith Ortegón Salazar, Decano de la Facultad de Ciencias Económicas y administrativas de UNINPAHU –  Fundación Universitaria para el Desarrollo Humano.

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